Comentario
La mala política tributaria y las derrotas militares de los anteriores emperadores iconódulos llevaron a León V (813-820) a una nueva restauración de la iconoclastia, a la que se oponían el patriarca constantinopolitano Nicéforo y muchos monjes, entre ellos el famoso Teodoro Studita, precisamente para controlar mejor al clero, que estaba cada vez más sujeto al emperador a consecuencia del desarrollo de aquella crisis. La segunda época iconoclasta fue menos dura en sus aspectos religiosos pero más en los sociales: hubo revueltas de iconódulos en Asia Menor en época de Miguel II (820-829) que continuarían en los decenios siguientes, mientras se perdían a manos de los musulmanes Creta (827) y Sicilia poco a poco a partir del ano 828, con lo que aumentó el peligro en Italia y Dalmacia, y el emperador Teófilo (829-842) era derrotado en la frontera de Asia Menor por los abbasíes, que se hicieron con el control de Amorium (838). Precisamente entonces llegó a su apogeo la aproximación entre bizantinos y jázaros, aliados contra los musulmanes y partícipes de intereses complementarios en el Norte del Mar Negro, donde se establecieron nuevos themas en la península de Crimea (Chersón).
Las últimas represiones contra los adversarios de la iconoclastia ocurrieron en Constantinopla entre los años 837 y 842. Teodora, viuda de Teófilo y regente de Miguel III (842-867) restauró el culto a las imágenes y el equilibrio se fue recuperando, incluso en Asia Menor y alto Éufrates, donde los paulicianos fueron fuertemente reprimidos (toma de su bastión de Tefriké en el 872). Aquella restauración se vio favorecida por la debilitación de los abbasíes, aunque las primeras campañas contra tierras conquistadas por los musulmanes no tuvieron éxito: Creta (844), la frontera de Asia Menor y el delta del Nilo, entre 853 y 859.
Por el contrario, la pacificación interior sí que tuvo influencia inmediata en materia eclesiástica, donde la autoridad imperial había crecido mucho: el patriarca Focio se vio plenamente apoyado en su querella con el papa Nicolás I, desde el año 858. Los rusos de Kiev y los varegos intentaron el asedio de Constantinopla en 860, pero en 867 un tratado de paz permitía el envío del primer obispo ortodoxo a Kiev. Mientras tanto, Cirilo y Metodio llevaban a cabo una misión en Moravia a partir del año 862, protegidos por el príncipe Rastislav, y elaboraban el alfabeto cirílico, primer vehículo escrito del eslavón, fundamental para la elaboración de su liturgia. Moravia se integró al cabo en la cristiandad latina pero la experiencia misionera se aplicó a continuación en Bulgaria, donde el zar Boris se bautizó en el año 864 y se extendió rápidamente una nueva iglesia organizada según el modelo griego aunque su sede principal o patriarcado, en Ochrida, quiso ser autónomo o autocéfalo para dejar clara la independencia búlgara, y se utilizó el eslavón y no el griego como lengua oficial. La salida de la crisis en el imperio se anunciaba, así, mediante tan importantes avances religiosos y culturales, y la misma ruptura de relaciones entre Roma y Constantinopla del 858 debe interpretarse en este contexto, no tanto como una querella sobre dogma y disciplina sino como pugna por el protagonismo en la conversión de los eslavos balcánicos: "el choque de las dos ambiciones espirituales, atizada por la competencia política entre los dos Imperios, de la que no es con frecuencia más un modo de expresión, no es un cisma pero conduce a él progresivamente porque cada parte se esforzará en devaluar los progresos de la otra poniendo en duda la pureza de su doctrina y de sus prácticas".